Volcan Pacaya.
















Antigua está rodeada por tres volcanes, este, el Pacaya, está activo y se llega en una hora y poco al pueblo que está a sus pies (siempre que uno no se pierda). Llegamos temprano a la mañana y nos vimos rodeados -ni bien frenamos- de guias, parqueadores y vendedores de bastones; entre ellos había un chico de unos 12 años, muy lúcido que nos ofreció el patio de su casa para aparcar. Ahi fuimos. En seguida nos recibieron la madre y unos 10 niños más, todos familia -así se definieron ellos-. Dejamos a Jala Bien en el patio del rancho y dimos unas vueltas innecesarias por el pueblo de abajo -no en el último antes de la subida-; al rato -ya no era temprano- partimos hacia el volcán (sabíamos que lo recomendado era ir bien temprano o bien tarde, no hicimos caso). Después de una caminata agradable bajo la lluvia, llegamos al puesto de los cuidadores del parque donde hicimos un picnik. Y ahí mismo, a pocos metros más estaba lo que vinimos a ver! Para acercarnos más, caminamos entre lava fría (sepan que raspa, y si está muy blanda, es como arena; a medida que nos acercábamos al cráter, el calor se hacía más fuerte y ya no valía pisar en cualquier lado!). Había un par de lugareños admirando la lava caer (es bastante impresionante) y nos indicaron como llegar a donde se veía el río rojo más grande (más impresionante aún). Nos quedamos tanto, que se fue la lluvia, pero llegó la neblina!! no podíamos ver ni la punta de nuestros pies! (muy desesperante!). Logramos salir por puro instinto y gracias a un perro amigo que nos dió una pata.

Bajamos lentamente y esta vez, dimos una vuelta por el pueblo más alto (donde deben vivir menos de 100 personas y tienen fácil 3 iglesias, a parte de la cristiana).
Al llegar al rancho, la madre, nos ofreció unos tamales y nos abrió amablemente la puerta de su casa; pudimos ver como vivían y escuchar algunas de sus preocupaciones. Los chiquitos nos miraban con mucha intriga, asi que los entretuvimos un poco hablándoles y a la mañana siguiente Juli le enseñó a uno como sacar una foto (estaba fascinado!). Desayunamos ahí mismo, antes de salir nuevamente con rumbo a Antigua, para despedirnos.
La indiscreción: cuando quisimos salir a hacer un pis antes de dormir, dos de sus furiosos perros nos delataron (los muy malísimos no pararon de ladrar hasta que salió el dueño de casa a poner orden... medio incómodo!)

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