Burocracia fronteriza

Como Mitcheletti (el golpista Hondureño) en lugar de anunciar que derogaba el decreto de estado de excepción, anunció que el lunes lo pensaría; en lugar de cruzar desde el oriente y atravesar poco menos de 700 km de territorio hondureño sin garantías constitucionales ni libre circulación y sabiendo -según dicen- que la policía de este país es la más corrupta de Centro América (y eso que la competencia es difícil), decidimos ir hacia el oeste para cruzar por El Salvador.
Llegamos al lado de la frontera (casi) y dormimos en el garaje de una familia que daba a una estación de servicio 24 hs repleta de camiones y con instalaciones suficientes para nosotros (quisimos parar en un pueblo antes, pero el nivel de ruidos era demasiado alto).

En nuestros planes El Salvador no estaba y algunos datos nos hacían creer que no había mucho margen para cruzar Honduras, a pesar de tener el sello en el pasaporte, no lo visitamos... bueno, no pudimos evitar comprar ahí los triángulos de emergencia y el mata fuego que debíamos tener en el auto, ni tampoco evitar cruzar por el medio la capital y la segunda ciudad más importante (los carteles son para conocedores: en lugar de decir "periférico" o algo así que entendamos todos dice: "barrio pirulo" o "a la casa de cacho", obvio, como no vas a esos lugares, nunca salís en la vuelta apropiada), por suerte solo llovió durante la mitad del país y Jala Bien protestó nada más que las primeras 4 hs de viaje... para cambiar el sabor de boca, también comimos unas "pupusas", unas tortillas rellenas de queso y chicharrón que son un espectáculo. Bueno, también nos metimos en un pueblo cerca de la frontera, para hablar con mamá en el no cumpleaños de Mamu y buscar hotel para dejar la frontera para primera hora: solo pudimos hablar con el contestador y los hoteles que había no estaban como para quedarse.

Los trámites para salir de Guatemala, son un placer, casi no te enterás; pasar por El Salvador es casi un café, no es más que tener las fotocopias correspondientes y los documentos al día, las esperas según el día del tipo que va a atenderte (sí, sí, cuando él quiera), y mucha paciencia... pero en Honduras eso no es así, no, no... uno se ilusiona al llegar a la salida de El Salvador, cuando es recibido por la oficial de migraciones de Honduras (bue, eso no lo sabe hasta que después de salir de El Salvador, va al escritorio que le indicó esta amable señora y está ella para cobrar los 3 dólares por cabeza del ingreso -dólares son dólares, ojo con confundirse), parece que va a ser tranquilo (bueno, en realidad lento) pero que va a andar, error...
Al cruzar el puente está la Aduana, donde un mono semianalfabeto demustra que llegamos justo en el momento del día en el que hace falta sellar los documentos que tiene acumulados de toda la semana (al menos); respiro profundo y pienso: él tiene el poder, yo soy simpática y no tengo apuro. El funcionario decide ver que es lo que me puede faltar: poca cosa, solo pide 4 fotocopias (cuatro!!) de cada papel que le parece apropiado que le presente y claro, también de los que me dieron al salir de El Salvador (60 metros detrás- hubiese valido un cartel con los requisitos, para ir a hacer fotocopias mientras el sello se grava una y otra vez en los papeles que tiene, que ahora sé: no serían de más de 3 autos). A buscar fotocopiadora y volver a dejar lo que falta; el horrible burócrata llena a mano un papel copiando los datos que están en el documento salvadoreño (claro que sin chequear que sean los correctos y no lo hace porque: no le importa a nadie!) y recién ahí me envía a otra oficina a 100 metros dentro de Honduras donde se hace el trámite (y hasta ahora que estuvimos haciendo???). Ahí una mujer vuelve a pedir los papeles (es de no creer!) y termina siendo quien digitaliza la información que saca del papel salvador (por esa tarea cobran 15 dólares -acá ya el precio es en Lempiras, que se cambian sólo del otro lado del puente, si, del lado que Honduras pide dólares!). Vuelta a la fotocopiadora, para hacer 4 (cuatro) copias más del sello del pasaporte y los papeles que me acaban de dar.
Y ahí ya casi está, si no fuera porque me agarró un brote -son días sensibles, tristes y difíciles, pero esta gente ayuda a que uno enloquezca- cuando quiso darnos 2 días de visa en lugar de los 3 meses que estábamos pagando (imaginen, cualquier cosa puede pasar -y pasa- y si te dan 2 días podés llegar a tener mucho problema en este lugar); casi asesino al muy desgraciado hijo de puta que nos demoró todo lo que pudo solo para que el banco cerrara y tener que "hacernos el favor" de pagar él 35 dólares más (son 32, los 3 son del bono proburócrata que es tan amoroso que toma el devaluado dólar en lugar de las poderosas lempiras). Todo te hace sentir super bienvenido a Honduras, no se dan una idea.

Ya con poca luz y a pesar de tener por regla "no viajar de noche", quisimos seguir, para sortear alguno de los 11 controles que nos dijeron que había en estos 100 y pico kilómetros de suelo hondureño que íbamos a pisar...pero, siempre un pero... nos sorprendió una tormenta, que dejamos pasar esperando en una estación de servicio... no fue un obstáculo, solo nos hizo demorar un poco más... seguimos y a medida que pasábamos veíamos los conitos de los controles policíacos abandonados por la lluvia o por ser más de las 6 de la tarde; pero lo que seguía ahí eran los enormes pozos en el asfalto (enormes, de verdad: anchos y profundos)... uno no lo pudimos evitar y ahí reventamos una de las llantas -una de las que estaba buena-.
Agotados, hartos, sucios, transpirados, humedecidos, decidimos dejar todo como estaba y donde paramos nos quedamos a dormir sin más (tuvimos suerte, justo había unas casas, luz y pasaron unos vecinos que nos dijeron que podíamos parar ahí sin problema). A penas eran las 7 y pico de la tarde y solo 50 kilómetros nos separaban de la frontera.
A la mañana siguiente pusimos nuestra rueda mágica -viene atravesada por un clavo, pero tiene poderes y resiste- pasamos los 6 controles que nos faltaban presentando licencia, permiso de circulación, triángulos y mata fuegos; hasta que llegamos a la frontera a hacer más fotocopias, pero ya sintiéndonos a salvo.

Nota: aun hoy sábado 10 de octubre, 5 días después de nuestro cruce, la derogación del decreto que limita las garantías constitucionales y de libre circulación (entre otras) no ha sido efectiva. Las reuniones de los representantes de Zelaya, Micheletti y la OEA no llegan a ningún acuerdo.. y nos quedarán ganas de -a pesar de todo- conocer Honduras en otra situación distinta.

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