Después de ver el partido de Argentina y hacer algunas compritas, finalmente dejamos Cartagena. Salimos tarde, así que paramos en San Jacinto a pasar nuestra primera noche con JalaBien2 y nuestro nuevo colchón (todavía estamos viendo cual es la mejor opción, por ahora usamos los asientos de atrás acostados de base –no los sacamos como pensábamos hacer-: las cosas debajo, el colchón y nosotros arriba). San Jacinto nos recibió con algo de lluvia, unas águila frías y un “parqueadero” de estación de servicio con un hueco para nosotros.
A la mañana siguiente –tinto de por medio- seguimos hasta Carmen de Bolivar, donde le hicimos ver al auto el problemita del arranque del ventilador de motor (cosa de la que no se puede prescindir por estas tierras hartamente cálidas): obvio, no había repuesto para la ficha, pero el mecánico hizo un puente usando lo que tiene a mano (la onda acá es: todo tiene arreglo).
Antes de mediodía ya estábamos rumbo a la isla donde se encuentra Mompox, pudimos almorzar relajadamente antes de subir al ferri que nos llevó por el Río Magdalena, tal como hacían los ricos de Cartagena cuando se refugiaban de los ataques de los piratas en Mompox. Al bajar del Ferri, todavía quedaba una hora de ruta “desvestida” (sin pavimento y no necesariamente alisada), que solo fue un entrenamiento para la salida de la ciudad del día siguiente: a puro rally disfrutamos del poder 4wd de JalaBien2!! (con JB1 no hubiésemos podido)
Mompox nos esperaba con un sol poderoso y mucha sensación de paz y tranquilidad. Ya lo verán en las fotos, un pueblo colonial con calma. A la tardecita, vimos el show de clavadistas que compite con los de Acapulco: bueno, unos chicos jugaban a tirarse al río desde el techo de lo que sería el edificio de entrada a la ciudad desde el río en otras épocas.
Dormimos al costado del río, mejorando las instalaciones de la noche anterior aunque con más calor y bichos, que no se tranquilizaron hasta la lluvia que tardó bastante en llegar. (la verdad es que no pude dormir como hasta las 4, que llegó el agua y relajó el calor). Paseamos a la tarde, a la noche, a la mañana.. paseamos.
La emoción del rally de salida de la isla fue mucha, mucha: hubo tramos en los que dudamos si pasábamos o no, claro que pasamos!! barro, mucho barro, agua, charcos, pozos, tierra, polvo, pozos, obstáculos, vacas, motos, perros, chanchos… pura adrenalina!! y pozos… cuando pasamos la peor parte (no lo sabíamos, pero así fue) paramos a las orillas del río para darnos un baño; bueno, un palanganazo, porque la corriente era muy fuerte y nadie se baña ahí, así que fuimos prudentes y solo sacamos agua con la palangana para refrescarnos (y sacarnos un poco de mugre –con jabón y shampoo, todavía no somos tan ecologistas).
Cruzamos por puentes y rutas en construcción, hasta llegar a la ruta principal que va desde el norte del país a Bogotá; por las curvas y los camiones y los peajes y los controles 100 km pueden ser dos horas y media: eso sí, los paisajes geniales, van cambiando, vamos subiendo sobre el nivel del mar: cambia el clima, la gente, las costumbres, la vegetación…Ya cambió la dinámica del viaje, estamos motorizados y lo disfrutamos!
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