Nos costó dejar Cusco, finalmente el domingo después de pasear un poco más y ver los festejos de aniversario de uno de los colegios más antiguo del Perú, seguimos nuestra travesía hacia el sur. Pasamos por algunos pueblos (también de fiesta), paisajes preciosos y coñones turísticamente casi vírgenes.
Puno nos recibió tal y como es: caótica, desordenada, sucia y fea; no tardamos mucho en preguntar como hacíamos para ir a visitar a los Uros (volveríamos al día siguiente) y sin más seguimos por la costa del Titicaca, tres pueblitos más abajo. Nuestro romance con el Titicaca duraría varios días: primero en Perú y después en Bolivia. No fue fácil encontrar un lugar en el que parar; finalmente nos metimos por una bajada al lago que creyendo que no iba más adentro anulamos el paso y nos dispusimos a disfrutar de una luna gigante y repleta (a la madrugada un pescador nos hizo luces para que liberáramos el camino).
Fuimos a las Islas de los Uros (esta vez lo vi distinto a la anterior: menos real, me pareció que era para mostrar y no tanto como organización alternativa). Casi nos quedamos a la vuelta en la ciudad, pero decidimos que mejor era conocer otros pueblos chiquitos a orillas del lago y no estar mucho tiempo en ese caos.
(sabemos que estamos muy muy atrasados en los post, estamos poniendo este en Puerto Madryn, Chubut, Argentina. De a poco trataremos de ponernos al día…)
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