Llegamos deseando ver el mar, después de muchos días de sierra, montaña y ciudad...
y ahí estaba, rodeado de desierto, arena y cactus.
Kino tiene dos partes: la parte vieja, donde es un pueblito pesquero de poco o ningún desarrollo; y la otra parte, la nueva con casitas metidas en el mar, una playa amplia, algunos chiringuitos y lo más importante: las casitas del mar -de Carlos, donde vivimos la semanita que estuvimos ahí.
Ni bien llegamos, Carlos nos recibió con amigos, unas cervecitas y buena conversación.
Nos mostró su pueblo, sus rincones, el estero y nos llevó a navegar en su catamarán -un lujo; el fin de semana, con Alejandra, su mujer, nos llevó a ver un asentamiento de Seris, los aborígenes del lugar.
Habiendo descansado, nos volvimos a subir en Jala- Bien rumbo al norte...
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