Dejamos Toluca después de pasear un poco más y partimos hacia Taxco, la ciudad de los plateros (no los músicos, los que trabajan la plata)...
La carretera libre se hizo un poco larga y sus curvas llegaron a marearnos un poco, hasta que llegamos: colgada de la montaña descansa Taxco entre sus subidas y bajadas. Dejamos a Jala Bien ni bien pudimos estacionado, para no sacarlo hasta nuestra partida, aunque no está prohibido andar en auto por el estrecho centro de Taxco, es un poco estresante meter semajante auto entre la infinidad de taxis, bondies VW y los paseantes sin vereda. La ciudad es de las que dan vueltas, las calles se cruzan, enredan y se vuelven a cruzar; ideal para perderse y encontrarse. Tan así es, que recorrimos las calles no turísticas casi sin querer, y encontramos a la misma panadera fuera de su puesto del mercado dispuesta a volver a vendernos pan dulce.
De Taxco nos fuimos a Cuernavaca (la ciudad de la primavera eterna), donde Cortés erigió su castillo y tierra de Emiliano Zapata... nos costó un poco entendernos con la ciudad, pero una vez que lo hicimos fue bien fácil... una noche sola nos quedamos, y salimos rumbo al este al día siguiente...
No teníamos muy decidido hacía donde iríamos, pero tomamos dirección hacía Puebla; en el camino nos cruzamos con la pirámide de Tepoztlán...
Así que cambiamos ojotas por zapatillas y emprendimos los dos kilómetros y pico hacía arriba, para llegar entre la vegetación y el cerro Tepozteco a esta pirámide super conservada y desde donde se vé este que es otro de los "Pueblos Mágicos" mexicanos. Esta vez, el azar, fue la mejor forma de llegar.
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