After Pamplona

Enfilamos para Hondarribia, pero nos dimos cuenta que había algo de camino: no podíamos llegar hasta ahí sin disfrutar de las vistas de las colinas de guipuzcoa y menos aún sin pasar por el pueblo de mi nombre. Hace algunos años habíamos estado por aquí con Ine, en un pequeñísimo Smart habíamos llegado de camino de regreso de Donostia a Bilbao, pudimos dar una vuelta y tomar un cafe y al salir nos sorprendió una tormenta larga y densa que no nos dejaba ni ver en cual de todas las autovías que no debíamos habíamos caído.

Esta vez era distinto, el sol estaba a pleno, nos acompañó todo el camino; paramos en una de las vueltas del camino, al lado de un río, cerca de las ovejas vascas que andan por todos los caminos de este país, para hacer la primer sacudida oficial de Jala Bien2, que ya se iba adaptando a compartir tantas horas por día con nosotros. Llegamos sin perdernos a Lazkao, un pueblo tranquilo, con una cervecita fría esperándonos para brindar por el abuelo y seguir hacía el norte, casi pegados a Francia, donde nos esperaban Martín, Maite y los peques.

Llegamos a Hondarribia el sábado, sabíamos que era noche de sidrería y era una oportunidad buenísima, para ver el funcionamiento a pleno; después de almorzar fuimos a dar una vuelta por el pueblo: había más sorpresas, era la fiesta de la sardina y se había montado un escenario con músicos para que la gente bailara los pasos típicos.

La sidrería merece un punto aparte.

Genial. Se come de pie y de la fuente; en principio solo se degustaban las distintas barricas; hoy, se le suma la comida: para todos lo mismo y sin chistar, mesas largas y la gente en rotación permanente para poner un fondito de sidra en el vaso y cambiar de charla. El sábado fuimos con un grupo grande de amigos ajenos; cuando Martín dijo que de ahí se seguía de gira bolichera, pensé que era un chiste: error: de ahí a los bares (lugares oscuros, con música fuerte, mucha gente y mucho humo: como en todo el mundo!). Buenísima salida! El martes volvimos, en plan más tranqui, con los viajeros africanos… y de ahí a los bares, que tenían menos gente y dejaban que se pudiera hablar dentro y todo.

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