La primera parada en Portugal fue en Aluvia, ahí nos bajamos de la autovía (la velocidad de los portugueses da la sensación de que uno entra y, empujado por los rapaces autos, no para hasta África), un pueblito pesquero, con una lonja medio deshabitada, un mar espléndido y unos juegos tipo gym al costado de la playa buenísimos (probamos todos, eso sí: un ratito). Seguimos bordeando el mar hacia el norte, paseamos por un pequeño bosque y unas dunas gigantes hasta que encontramos un lugar que pareció bueno para parar.
Era un gran parking frente al mar, de unas torres de departamentos de vacaciones (sin mucha gente por la época), al lado había un hotel con alguna gente y en el mar un trío de surfers. Cenamos en el auto tranquilamente, pero ya con los platos limpios vino un vigilante en bicicleta que le dio un par de vueltas al lugar y logró que nos sintiéramos en falta (creo que una pareja pasó y me vió saliendo del bosque con papel en la mano y me denunció como “gente extraña”… que feo), el guarda y su bicicleta desistieron de la tarea de encontrar algo extraño mientras nos quedamos tranquis dentro del auto. Más tarde, a lo lejos unos petardos, seguidos por unas sirenas y para coronar la relajación empezaron a aparecer autos que daban la vuelta al parking, sin duda adolescentes probando motores. Al rato quedó el mar, la tranquilidad, el viento y –claro- nosotros.
Por la mañana comimos un pomelo y unos bollos antes de buscar un café. El café de Portugal va muy bien, así que seguramente subamos un poquito la cantidad de cafecitos que tomemos estos días. Seguimos rumbo hacía O Porto (la segunda ciudad de Portugal- creo: la verdad es que estamos sin guía y no nos conectamos con facilidad, así que tocamos solo de oído y podemos desafinar un poco…), con el temita de las calenturas de JB no da para quedar en el embotellamiento matutino (recién entonces nos enteramos que es una hora más temprano acá, no cambiaron la hora o cambiamos de huso) y fuimos con un poco de cuiqui hasta que decidimos que un camino podía ser bueno para entrar y dejar en paz a JalaBien. No estábamos tan lejos, dejamos el auto a unos metros de un estadio de futebol y con las cámaras al hombro partimos en busca del centro de la ciudad? centro antiguo? viejo? histórico!! (nuestro portuñon deja mucho mucho que desear, pero cuando conseguimos un interlocutor con ganas de entender y un poquito de tiempo, sacamos algo de información.)
En el camino tomamos otro café para no perder la fe en la indicación que nos habían dado, y llegamos a donde queríamos ir (ya pondremos alguna imagen).
Paseamos todo el día y hasta chequeamos el correo desde JB antes de salir, sí, hacia el sur… vimos el mapa y una Ría – la de Oveira- llamó nuestra atención: se forma una delgada península de tierra que separa al mar en dos partes: en el medio algunos pueblos, una reserva natural y muchas dudas; desde San Jacinto escribo un poco la crónica, tratando de que en algún momento estemos al día.
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