Salimos del Desierto llenos de ronchas, parecía viruela, para encontrarnos una Alemania invencible. Me cayó mal el 4 a 0. Seguimos hacia el sur y nos desviamos a tiempo para ver ganar a España en una tienda, comimos tamales. Nos cayeron mal los tamales. Seguimos rumbo a los Altos de los ídolos. Nos perdimos. Volvimos. Nos perdimos de nuevo. Llegamos a una laguna. La gente se iba, la tarde llegaba a su fin. Llegamos justo para un baño a la tardecita y camping sobre la montaña varios metros arriba de la laguna.
Cenamos lo que teníamos. Nos despertamos mal. Cansados. Picoteados. Estómagos revueltos. Tamal? Alemania? Bichos? No sé. Lluvia en el camino. Recuperamos el rumbo, llegamos a Alto de los Ídolos, pero sin fuerzas para entrar. Nos quedamos en el parking, dormimos para ver si nos recuperábamos, pero cada vez nos sentíamos peor. Mareados. Afiebrados. Agotados.
Nos vieron unos policías, uno era recién transferido a la zona y lo llevaban a ver a los ídolos. Se acercaron y nos vieron: picoteados, mareados, dormidos, afiebrados. Se asustaron, lo vimos en sus caras, y nos sugirieron llevarnos al hospital. Nos escoltaron hasta la sala de urgencias, donde nos esperaban varias enfermeras y un doctor para estudiarnos. Una vez ahí nos relajamos, nos dejamos estudiar.
Descartaron dengue, nos pusieron suero y analgésicos, nos hidrataron y nos dejaron ir. No nos dijeron que teníamos, solo importaba que no fuera dengue. Que susto. Volvimos a los ídolos, a dormir y seguir recuperándonos. Estuvimos mal unos días más, pero se pasó. Que feo estar mal lejos de casa.
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